4 de diciembre de 2012

Nombre

No me llamo Dalibor. Yo no me llamo así. Cuando me llamo, me digo 'puta que soy hueón'. Así me llamo cuando se me olvida algo, cuando me pierdo, cuando dejo caer las cosas. El resto del tiempo no me llamo de ninguna forma. El resto del tiempo soy una cara en el espejo, que hace otras caras. Me sorprende tener esta cara cuando no la estoy viendo. Y cuando me llaman, respondo. 'Oye, hueón'. Y sí, es la misma cara de antes. Y si me dicen algo que no me la creo, pongo esta cara. Así. O también me pueden decir 'loco, ven'. Y el loco va para allá. Los locos no responden ni por su nombre. A todo esto, yo no me llamo Dalibor. Así me pusieron. Yo me llamo 'puta que soy hueón', cuando se me olvida a lo que iba. O no?

17 de octubre de 2012

Caminar de la mano

También caminé de la mano,
esas dos cuadras donde compro pan,
nos contábamos chistes fomes
total, nos reíamos igual
ando con lo justo, le decía y me creía
me sonaban las chauchas al palmear
y yo, sádico, disfrutaba esa cara de
'no me van a comprar na'

Y caminé de la mano, también
la vuelta a casa, me acuerdo
se me apretaba al cuchara
porque puta que era feliz.
Ahora me pregunto de qué sirve
haberse parado en la vereda antes de cruzar
si el tiempo no tiene mejillas por donde se le pueda tomar
aunque espontáneo haya sido el beso,
todo lo demás se va.

21 de junio de 2012

Lucidez

Ya quedábamos pocos, y cada vez menos atentos. Pero dentro de todo, sí tuvo un rato de lucidez que intenté recuperar,
que fue como:

- ...'Cambio' es una palabra que se ha manoseado mucho, pero sí, yo confío que en algún momento veré un cambio de verdad. Mi problema es hacerme entender porque rara vez los cambios se han hecho con batucadas, ni con gente bailando al ritmo de sonoras o bandas, qué sé yo. Está claro que podrían bailar hasta la muerte antes de que alguien se moleste en preguntarse porqué bailan, mucho menos harían algo por ellos. Triste es que lo mismo pasa con las huelgas de hambre. Esas medidas de presión muy pasivas, a mi parecer. Yo creo que el cambio viene desde el poder, quizás impulsadas por gestión ciudadana, pero siempre es el poder el que determina qué es lo que se cambia, y qué es lo que no. Y cuando digo 'poder', me refiero al poder político necesariamente. Y en el mayor de los casos, ese es el problema. La gente que tiene poder hace más menos los mismos cambios, con tal de que el poder se quede donde mismo.. probablemente, eso haríamos cualquiera de nosotros cinco acá. Y siempre ha sido así. Sírveme otro poco?

¿Que qué haría yo? Lo que nunca se ha hecho. Muy pocas veces en la historia se ha atentado contra el poder con éxito, y aún en menos ocasiones hemos visto que gente se las ha arreglado para vivir sin alguien dominando sus vidas. A veces ese alguien es un grupo de senadores, un emperador, un presidente, o un amigo imaginario. Muy pocas veces, en serio, al menos en la historia oficial. Por eso, la única forma de disminuir el poder es dividiéndolo en el mayor número de personas. Eso, o aboliéndolo. En el fondo, ¿quiénes deberían tener poder? Todos y ninguno. La otra vez leí, ponte, que considerando todos los bienes y recursos que existen en el mundo, hay cosas que si las repartiéramos equitativamente, todos podríamos tener. Entre esas cosas: una bicicleta. Imagínate, sobran las bicicletas, pero aún así creemos que necesitamos el petróleo. De esas mismas cosas, están los zapatos y la comida. Pero ahí tenís niños descalzos y desnutridos. Pero qué pasa cuando todos tienen de todo, qué es lo único que no se puede comprar? Exclusividad. Y eso, en la deforme autoestima de ciertas personas, está la concepción donde un objeto te define, y en los casos más terminales, una marca.

- Dale color - interrumpió el más jocoso del grupo, desatando las risas en los rostros que habían estado tensos mientras escuchaban incómodamente.

Se tomó el resto del vaso en silencio, de brazos cruzados, pensando que quizás le habló a la audiencia equivocada.

19 de junio de 2012

Los mil vidas

La ciudad cultiva locos. Y este grupo que pasaré a describir no es sino un ejemplo de estos locos que, ayudados por la estadísitica de una ciudad cada vez frenética, terminaron por encontrarse.

16 de mayo de 2012

Gratistud

"Se ven felices. Están irradiando felicidad!", dijo el músico en la pausa entre canciones, el más vivo de toda la micro. Al final, le llovieron las monedas, de 100, 500, y hasta billetes se vieron. El gesto monetario podría comprar la felicidad que les hicieron notar que estaba perdida. Y si ser feliz no vuelve con una moneda, podía comprarse la verguenza por no estarlo.

11 de mayo de 2012

El asiento que dejé

En la micro se sentó al lado mío un peruano. Hablando muy bajo, me preguntó que si sabía de contratos, imposiciones y sueldo base, mostrándome unos papeles que sacó de su cuaderno. Venía de firmar para un trabajo, y le habían dicho 280, pero sueldo base decía 240 y fracción. Ahí le dije que le habían sumado 15 y 15 más para transporte y colación, como decía ahí, y le apunté la letra chica. 'Ayudante adelantado en electricidad', decía el papel. Me preguntó que qué hacía, yo le pregunté lo mismo. Así me enteré que sabía de todo un poco, y que venía de todas partes. Había hecho un poco de instalación eléctrica, techumbres, y cañerias. Venía del norte, venía de las minas. Allá tenía un conocido, que le iba bien. Acá se iba a quedar un rato. "Contrato hasta Junio", me mostraba de nuevo. Ahora estaba en la construcción. Yo enseñaba Inglés, como le dije. 

Luego se soltó de esa precaución de no hablar mucho, porque así es como pregunta el extranjero donde muchas veces no se siente bienvenido, donde piensa ojalá no estar molestando, pero como vio que no era así pasamos a hablar con confianza sobre cuánto ganaba un profe acá en Chile. Después de todo, él ya me había mostrado su contrato y su sueldo, y lo correcto sería no sentirse ofendido porque me preguntaba cuánto se gana. Conversamos de números, y de que si pretendía irme a enseñar a un colegio estatal o a uno particular después. Conversamos con quien vivía. Yo aquí aún con mis viejos. El solo acá, y desde hace 5 años en Chile. Aunque convivió con alguien 4 años. Ella, peruana también, era mayor. Pero esa relación se acabó por su culpa, me confesó. Antes de empezar a contarme, me preguntó si le llamaban 'chupones' acá en Chile, haciendo gestos en su pecho y su cuello. Sonreí porque intuí para donde iba la historia. Que un día, ella sospechó, y de la nada, con las manos, como garras, le bajó el pólar desde el cuello, y le vio toda la evidencia ahí. Las mujeres saben. Y bueno, después de eso, me aceptó, me dijo. Pero siempre con otra idea. Con la de la venganza. Exacto, me dijo. 

Le respondí la cuota de confianza con una historia similar. De cómo alguien una vez me cagó, y cómo fue que supe, y cómo fue que pasó. Vagamente le conté, vagamente me entendió, pero por un rato compartimos esa misma rara sensación de haber perdido, y de saber que habíamos estado ahí mismo. Me contaba que estuvo mal. Salía sin nada que hacer, y andaba llorando por ahí. Solo y en un país extranjero. En el fondo se arrepentía, me imagino, de haber llegado a su casa con chupones. 'Concha de tu madre!', le dijo esa vez. Lo mismo decimos acá, pensé. Salvo por los chupones, su historia se parecía mucho a la mía.

Me bajé y no le pregunté ni el nombre. Un 'cuídate y suerte, nos vemos', entre gestos y a la rápida, como mucho. Me quedaba otra micro aún para la casa. Andaba con Galeano en la mochila, y Portavoz en los audífonos. Habrá aún gente que preferiría no sentarse en el asiento que dejé? "Racismo idiota a nuestra gente vuelve loca", escuchaba. Le gritarán "indio como si fueran delitos sus rasgos de indígena"? El era el testimonio de un pueblo vencido, sí, donde aún algunos, forzados, trabajan en las minas. Pero también era testimonio del otro lado de la historia, de la no oficial. De la que se cuenta en plazoletas y paraderos. En esta historia, los protagonistas son los de siempre, son los que viajamos apretados, y que por el reducido espacio, compartimos historias para apurar el viaje. Somos todos: los sin nombre.

5 de mayo de 2012

Contacto Visual

Y cuando se miraron, sus ojos se revelaron tal como lo hacen dos espejos que se enfrentan entre sí, creando un amplio -pero intangible- espacio en el cual se encontraron dos mundos en una realidad atemporal. Allí, ciudadanos de la vieja Italia echaban un vistazo a la velocidad de la modernidad y la televisión. Estaban quienes sufrieron las guerras, y ellos fueron los más escépticos, pues no pensaban que los sistemas podridos y las injusticias vivirían por mucho tiempo más, y ahí las vieron. Cupo incluso hasta la deliciosa posibilidad donde nietos se reunían con queridos antepasados que nunca conocieron. Se consolaban y se daban palabras de aliento. Todo lo que alguna vez vio el viejo habitaba de alguna forma en lo acuoso de sus ojos. Asimismo, todo lo que estaba destinado a ser visto por el niño, vivía en la parte posterior de sus inquietos ojos. Con la fugacidad que esto sucedió, aún si hubiese habido alguien para verlo, dudosamente habrían visto cómo los vidriosas pupilas del anciano hablaron con el pequeño, y conversaron sobre las tragedias pasadas y futuras, de las victorias del hombre, de sus conquistas, y de sus vergüenzas, atrocidades, y retrocesos. Fue como que la misma humanidad se hubiese mirado a los ojos, y se conociera -confesara y perdonara- a sí misma a través de las generaciones de los que vienen, y de los que se van.

Empezaban a caer las gotas de la primera lluvia de otoño, que terminaba con las tardes en la plaza. Los adultos ayudaban a los ancianos a emprender la marcha, y las madres hacían el llamado que indicaba que era hora de entrarse. Mañana había que trabajar.

29 de abril de 2012

Manos en los bolsillos

Vente a vivir a mi cabeza,
te dije.
Si eso no resulta, te quedas en el rabillo
sáltate a mis lentes,
así, no tendría que ni decirte dónde mirar,
para reírnos de lo mismo.

Cuando abrazarte se hace poco,
se me ocurren estas ideas
de hacerte chiquitita,
y guardarte en mis cosas
como una foto de carnet en billetera,
así, meterte en un bolsillo,
para siempre
caminar de la mano.

24 de abril de 2012

Confesionario de Madrugada

Entre las 3 y 4
comienzas con tus lamentos
miedos y fobias de sábanas
que en los míos hallan eco.

Si un abrazo ciego no basta,
intuyo un beso hacia tus labios
que tu respiración delata.

Y antes que la ciudad
huela a pan tostado y agua hervida,
intercambiamos confesiones 
en la oscuridad cómplice,
balbuceos descifrables solo
para los que temen,
y lloran
juntos.

14 de abril de 2012

Atajo

Anotó las últimas palabras que le sonaron en la cabeza, pues estaba seguro que bastarían. Anotó lo poco y sin preocuparse de si volvería a encontrar el camino de vuelta... Irónicamente, escribirlo sería olvidarlo.

4 de abril de 2012

En la penumbra de verse

Coinciden. El momento donde veo mis regalos en el piso, olvidados por tu descuido doméstico. El momento donde empiezo a despertar de la ilusión donde mi nombre tiene que ver con el tuyo. Me opongo a la idea que es algo inmenso que se apaga en el vacío porque si bien no es mesurable, es palpable, es real como los nombres en la historia, y trágico, como éstos al olvido. Aún así, lo nuestro prueba ser un círculo, que iluminado por dentro no tiene rincones oscuros. Puedes recogerlos, los regalos del piso, y los nombres de la historia, y yo podría abrazarte en la penumbra, si aún queda luz para vernos las caras.

31 de enero de 2012

Simpática pedantería ebria

Lo diré antes de que me duerma.

No quiero hablar de lo que tengo a mi alrededor porque lo que yo tengo tú también lo tienes. Todo lo que veo no es más que mi interpretación de lo que tú ya viste. En vez de eso, quiero escuchar la tuya, tu versión de las cosas. Hasta cierto momento, me nutriré de las historias que me cuentas, de los libros que cuentas lees, de las historias que dices que escuchaste, o viste. Te las creeré, si con eso quedas contento. Yo rescato mi versión de ti, la que, casualmente, siempre suele ser altamente valorada. Pondré a un lado la pedantería con la que posiblemente te expreses, y daré cuenta de lo que me quieres decir. Que más allá de tu historia, necesitas decir más de lo que realmente cuentas. Sé que es posible que te gusten cosas que yo no entienda, o cosas que quizás no comparta. Sé que tenemos algo en común, casi tan seguro como que tu nombre comienza con una letra del mismo abecedario que yo conozco. Casi tan seguro como que tienes los mismos miedos que yo. Tu historia no es menos interesante que la podría contarte yo. Los paisajes que has visto, los increíbles paisajes que viste, sé que son inimaginables, que son indescriptibles, que están más allá del alcance de las palabras que conocemos, que en tu ebrio hablar, las palabras te evaden. No te preocupes, estoy atento. Quizás en lo único que fallo es que la sensación que me da saber de tu saber me pone contento --quizás según tú, al tanto-- no te la hago saber. Me gusta tu ritmo, tu rima, tus metáforas y anáforas. Tu forma de expresarte, que expresa tu barrio, tu cuna, tu trabajo, tu ambiente, y tu rutina.

Esperaré atento mi turno para hacer mi observación. Si no me duermo.

17 de enero de 2012

Abeja

Sobre la calle, al sol, y mareada, se agitaba la abeja. De seguro fallecía contra el cemento caliente. Hice la pausa, pensé, levantarla y arrojarla a un ante jardín, con la esperanza de que el calor no fundiera sus alas. Aún derrotada, y al borde de la extinción, supe que era capaz de sacrificar lanceta, vientre y entrañas, para atacar - incluso a aquel que estuviese dispuesto a ayudarla.

No sé qué gesto fue más propiamente humano, el de ella, o haberla ignorado insensiblemente.