21 de agosto de 2009

Lluvia a la revelación

Hola

Hoy me alejé de los círculos y de los ambientes, esperando estupideces. Como que alguien dejara de respirar, como que alguien comenzara a cojear si lo hiciera, como que alguien rompiera en llanto, o como que en algún idioma una palabra dejase de existir, o en alguna otra tonta ilusión. Desaparecido, me he estado martillando la cabeza con el muro ya demasiadas veces, y el acto comienza a ceder. Sangro la misma idea, escupo el mismo error, una y otra vez. Pateo y salto sobre las pozas, pero el único que se moja soy yo. La idea de estar así me tortura, y la idea de quizás cuánto dure esto termina por matarme. Pero aquí estoy, haciendo del proceso un juego, pretendiendo que no me importa, y aguantando. Aguantándomelas.


La verdad, solía ser un hombre de fe, pero no de la cristiana, claro. 'Fe' en su amplio sentido de esperar el bien, en el optimismo como motor del día, en que cada mañana se hace y deshace como yo lo decida, era cosa de planteárselo, y ya estaba. En el mismo sentido donde las casualidades se cruzan con lo cotidiano, y podías encontrar al amor de tu vida en el trayecto a la panadería, una tarde cualquiera. Creía firmemente en una invisble cuerda floja donde yo ahí hacía mis malabares. Parecía peligrar cada segundo, pero la verdad yo no conocía los inconvenientes, los retrasos, los imprevistos, y/o la mala fortuna. Todo resultaba. Comentarios ácidos y mal intencionados eran aceite en mi fuente. Créeme, tenía el ánimo para reírme de las guerras mundiales. Ahora, vivo rodeado únicamente de fantasmas. Mientras hacía la fila, una niña intentaba manipular una máquina dispensadora. Creía en esa vieja moneda como si fuera la llave maestra al paladar feliz, pero después de unos minutos sus gestos y su cara se ablandaba al notar cómo no podía relacionarse con tan fría y ajena máquina. Volvió la vista buscando ayuda, y me pareció conmovedora la ternura con la cual la pequeña se desentendía de lo que la rodeaba, y miraba atentamente para aprender, y cómo ella entendía algo por primera vez. Algo tan cualquiera como usar una máquina de dulces. (...) No negaré que lo quise tanto como si fuese mío. Y que no hay niño que no me lo recuerde. Y no hay niño que no evite.


Todo vuelve, gira, y da la vuelta. Hay hechos, y sobretodo nombres, que me golpean en la cara, luego, los veo desaparecer en el horizonte, dan la vuelta al globo, y me dan en la nuca. Casi tanto metafórica, como literalmente.


Míreme ahora, ud. Mr. R, y veamos si respondo en parte lo que me pregunta:

Súbase a una micro, e ignore la canción que traen los músicos. Olvídese que es aire de sus pulmones el que suena, y olvídese también que son sus curtidas manos las que se abren el paso en el compás, en el tiempo, en el aire, en ese pasillo, entre esos pasamanos. No le preste atención al premeditado espacio que existe entre cada uno de ellos, ni a sus miradas cómplices, ni a la mística de la agitada guitarra, de la danzante zampoña, y de las carraspeadas voces de trinchera, en la guerra acústica ante el estruendo de la maquinaria. Haga eso, y mire el paisaje idiota, y engáñese con la idea que alguien pulsó 'Play', ya mal acostumbrado con la producción en masa. No es lo mismo escuchar una canción que asimilarla.


También sería como olvidarse que la idea de la palabra 'beso' tiene una cercanía implicada que muchas veces pasa inadvertida. Que 'beso' tiene muy pocas letras como para asimilarlo esa primera vez que se da. Por suerte, siempre hay nuevas 'primeras veces'. Tiene matices, tiene esa conocida respiración, tiene esa calidez, tiene esa sudoración, tiene esa distancia que se congela a sólo centrímetros, y si se sabe, gusta que se mantenga. Pues también tiene esa espera... que también es un grato matiz. No es lo mismo mencionar 'beso' que vivirlo.


Como un 'abrázame' susurré en secreto.

Llámelo 'absurdo', pero últimamente he visto bastantes 'absurdos' y existen algunos que me hacen - hasta - feliz. Corté una flor del jardín, y créeme que no estaré intentando llevar el jardín a otro paisaje. Estoy simplemente diciendo que existe un abismo entre mi gesto, y la sonrisa que le provoqué. Yo le diría gratitud, mera gratitud. La aceptación a esa alejanía que jamás estaremos ni remotamente cerca de suplir. La mística complejidad de hacer música, o el eterno caudal de emociones al besar, o una silenciosa petición.. Y la aceptación a ese vacío, a veces, son 100 pesos, a veces, es un tierno beso, y una vez, para mí, fue un nocturno abrazo culpable que se me correspondió.



Dije que no lo haría, y lo hice.
Dije que no volvería, y aquí estoy.
Dijeron que no llovería, y llovió.


inestable,
D.


PD:

Merced con San Antonio, 21:30.
Estoy bien, sólo un poco desabrigado, y con algo de hambre.
'Voy y vuelvo'.


CC: A todos.

Con el mismo dolor, he dado a luz a un texto.