17 de abril de 2014

Viaje

Un día me habré cansado de mirar las mismas vitrinas, ver las mismas señoras atendiendo trás el mesón, envejeciendo bajos los ojos y las manos, y me habré cansado de escribir en las mismas banquitas frente al sol, de tener esa pseudocerteza que conozco a todos los que veo pasar para irme a un lugar donde creo reconocer a ninguno, donde los nombres de las calles sean metafóricos misterios, coordenadas, directrices que jamás dominaré completamente, que solo intuiré a tientas, como se hace en una habitación oscura, caminaré torpemente dando golpes con todo lo que no es familiar, y bautizaré con líquida nostalgia cada pasillo hacia esa atávica locura con la última tinta que quede en la punta de mis dedos.