10 de julio de 2010

El Rescate

Divagué todo el camino de vuelta. Lo que más pensé era cómo sería el momento que te viera de nuevo. Ojalá saber qué decir, y hacerlo adecuadamente.

Las calles están llenas de gente tomada de la mano, gente que se arropa en secretos. El vaho que susurran desvanecen el mensaje que nace y muere ahí. Pasan a mi lado mientras yo miro ajeno, como el rezagado que no juega. Las luces en las vitrinas marcan mi reflejo en el mismo vidrio, y lo único que veo hacia adentro es a mí esperando, que estoy aquí afuera. Voy a lo largo de la calle, de poste en poste, y la luz llueve sobre mí con mesurada violencia. Busco en mi bolsillo el fondo, como con propósito, a ver si me compro algo en la tienda de adelante. Al final, pensando en que tampoco había variedad para elegir, dejé la tienda atrás, quizás no tan lejos como para devolverme.

Veo las pozas, y recuerdo sus botas. Porque sé que aunque esté grande, no hay vez que mire una sin que esas locas ganas la dominen, de mojarse saltando sobre ellas. Me detengo al lado, casi como que no fuera a parar, miro por debajo de mi hombro, amago un salto tímidamente, y chapoteo en su nombre.

Aunque pensé en no cruzar, porque no tenía más asunto pendiente al frente que el que tenía a este lado de la vereda, lo hice. De no haberlo hecho, no me hubiese topado con ese semáforo en rojo, y sin eso, tampoco me hubiese encontrado con esa pareja. Esperando el verde, me mantenía inexpresivo, mirando la distancia hacia la otra vereda. En esa pausa, los autos silbaban con violencia, de sus ruedas contra el pavimento húmedo. Imagino las conversaciones simultáneas que se llevaban en el interior de cada auto. Pensaba en cada capsula, cada mundo aislado que recorre veloz la ciudad. Y quizás sería un adulto joven, muy promedio económicamente, que encendió el motor de su auto horas antes pensando en qué calle tomar para hacerse camino a su destino. El sería, quien disfrutaba la sensación de moverse bajo la lluvia santiaguina en la seguridad de su impermeable e invencible auto, el que arrollaría un peatón que esperaba cruzar, y en un acto casi suicida, dio un irresponsable paso hacia la calle. Un cráneo trizarse, también trizaba la impermeabilidad de su viaje, enviando cinco crudos metros más allá al dueño de ese cráneo. Creo que impacté con el suelo aún más violentamente, pues la gente se tardaba en acercarse y atenderme, y la gravedad de mi cruento aspecto espantaba a cualquier potencial samaritano. No dolería, porque qué va a doler tus ideas desvaneciéndose, tiñendo roja la lluvia hacia el drenaje. Era solo adormecimiento. Así en menos de treinta segundo me imaginé siendo levantado en el aire, en el suelo divagando, y luego siendo levantado de nuevo, hacia el hospital más cercano. Y sólo la mancha de sangre estaría ahí más tiempo que yo, siendo removida sólo por la lluvia... que todo lo lava.

Aunque yo no di ningún paso suicida, y el conductor adulto joven sí llegó a destino sin contratiempos, me sentí herido de todas formas. Desperté de mis ideas y vi que conmigo esperaban la luz verde una pareja. Por cómo lucían, intuí que eran viejos amigos, y ahora disfrutaban de su amistad ya florecida con besos mordidos y sonrisas robadas. Para evitar la necesidad, miré de reojo. Bajo el paraguas que los cubría, se reían y hablaban. No fue hasta entonces, que decidí emprender mi camino de vuelta. Era lo más obvio que había. La comparación más burda de lo que no tenía y extrañaba. Vernos los tres, en pares incompletos, la luz que aguarda para cruzar, la esquina era la intersección de sí misma, me decía que yo no estaba en ninguna parte, en realidad. Y nada me esperaba allá al frente. Que qué hacía cruzando la calle. Me di cuenta que estos dos a mi lado llevaban un paraguas, y yo me había estado mojando desde hace cuadras. La lluvia corría por mi frente, y me bautizaba como el solemne hijo de este momento único. Respiré, para conmemorarlo.

En la luz roja, ya recapacitado, di un paso atrás, tratando de eliminar ese mal hábito de esperar la verde al borde de la cuneta.

Al buscar las llaves, pensé en cuánto divagué todo el camino de vuelta. Lo que más pensé era cómo sería el momento que te enfrentara de nuevo. Ojalá saber qué decir, y hacerlo adecuadamente.

Temí que el departamento estuviese vacío. Que en un tonto arranque por independencia hayas salido a buscar la más insignificante de las opciones para distraerte. Las luces estaban apagadas, casi tanto como mis esperanzas de encontrarte ahí. Aún así, entré haciendo mi particular juego con las llaves, para que reconozcas el familiar sonido de yo llegando, amor. Te encontré saliendo de la habitación, y de pie te quedaste en el fondo de ese pasillo. Estaba todo en penumbra, salvo por ese haz de luz que entraba por la pieza - que estamos guardando- y que cortaba el pasillo en tu mitad y la mía. Recurrí en mi mente a lo ensayado, pero nada de eso se pronunció. Esperamos diciendo nada, casi renunciando al diálogo que nos sacara de esto. Tanto metafórica como literalmente, tú estabas en mi camino, como yo en el tuyo. En los eternos segundos últimos, me moría de ganas por decirte que faltaste en las pozas de agua, faltaste en los reflejos en las vitrinas. Quería contarte que tuve un accidente, que me atropellaron en un mundo paralelo. Que no me pasó nada malo, pero recuerdo casi verídicamente cómo los audífonos se soltaron de mis oídos, y me susurraron desde el pavimento en tenue música que there is a light that never goes out. Y yo pensé en todo lo que no te dije, y que me moría sin decirte. Y advertirte, que no salgas, que afuera están todos tomados de las manos, están todos con frío, y no se recomienda que ninguna pobre alma ande sola con ese duro tiempo. Tú seguías mirándome fijo, pero tus gestos se suavizaron. En silencio, tus hombros descendían de su tensión defensiva, y avanzaste hacia el haz de luz que se dibujaba en el pasillo. Esa luz encendida que nos dividía, ahora nos unía pues yo me unícontigo en ese único brillante rincón del hogar a aceptar ese abrazo que jamás nos hemos negado.



2 comentarios:

  1. no te había comentado, y es que no había estado un momento sin ti. Ese día que fuiste a mi casa, y me pillaste leyendolo, iba a hacerlo, pero no alcancé jjojo.
    lo leo una y otra vez, cuando no estas conmmigo. Y es que creo, que este será mi momento de descanso en las vacaciones, mi fuente de relajo, y más aún, será cómo una promesa :) así me dará la seguridad de que estamos bien, y que lo estaremos siempre :)

    Tee amo
    y eres el mejor :D

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  2. Ay wn, que bonito e.e xD
    Jajajajajaja, saludos Dali Bor.

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