23 de agosto de 2013

Soja

Veía una pareja vendiendo hamburguesas de soja. Esta pareja era de los que comúnmente conectaría en la calle aunque no tuviesen nada que ver. Sea por apariencia, por postura ideológica, por expectativas de la vida, pero mayormente por apariencia; ella parecía de él, y él de ella. Los veía vender a la salida del metro Baquedano, esperaban de la mano sin estar de la mano, con ojos impacientes buscando una posible venta. Con esa mirada en su cara, ella me reconoció. Nos conocíamos de antes porque fuimos al mismo colegio. A pesar de no tener mucho que ver en ese entonces, nos saludábamos con cierta camaradería, quizás en parte porque yo mismo me había dedicado a vender 'sojas' durante algún tiempo, y todo eso nos hacía menos extraños en la calle. Recuerdo que tiempo después la vi sola, y ella mantenía una conversación con otros vendedores de distintos artículos-- como el señor que vende chocolates; siempre he imaginado que quien hace los chocolates no es él sino su esposa, que por alguna razón, imposibilitada por salud, niños o trabajo, o todas las anteriores, no puede acompañar a su marido, quien, siempre de boina negra y chaqueta de mezclilla, sagradamente ofrece los chocolates artesanales impecablemente empacados en la salida sur del mismo metro-- y con ellos, muchos otros, amigos o conocidos entre ellos, se reconocen y se saludan tímidamente levantando una ceja, y ahí, entre todos ellos, mi amiga o conocida, que a todo esto, olvidé su nombre, también la saludo tímidamente levantando una ceja, pero como esa vez la vi sola conversando con el señor de los chocolates, pretendí no verla. Porque, claro, aunque no tuviese la obligación ni el pretexto de preguntarle por su pololo, la situación tarde o temprano hubiese sido evidente, porque siempre la veía con él,  y ella sabe que yo me hubiese dado cuenta, por lo que me cohibí pensando que a lo mejor ella estaba incurriendo en el hábito de vender sojas a pesar de haber terminado con su pareja. El hecho de que a lo mejor terminaron me ponía incómodo, pero después de subir los catorce escalones a la superficie me percaté que era viernes, y Santiago estaba loco, y con ganas de curarse, y habían personas en todas las esquinas, y solo en ese momento me di cuenta que su pololo podía estar aprovechando el flujo de gente, y estar vendiendo sojas en la salida norte. Pensé, así eran sus viernes, salir a vender de 10 a 12, quizás, y estando en distintos puntos, venderlo todo, vender la mitad, estando de la mano sin estarlo, y después juntarse, ir con más gente amiga, llevarían sus coolers con lo que no se vendió, y carretearían por ahí, estoy especulando, claro, pero hay algo que los motiva a estar separados, separarse, vender más, y estar juntos, juntar plata, y después irse, viajar, no vender más, haber juntado lo suficiente, y marcharse de esta esquina bendita y maldita, donde todos pasan y nadie se queda, yo me voy, tomo la micro, que es justo la que viene acá, y ellos también se van, se va él, se va ella después, y yo pasaré de nuevo por esta esquina y no encontraré a ninguno de los dos, y tendré que comprarle chocolates al señor, o comprar unos arrollados, o sopaipillas, o cualquier cosa en cualquiera de esos negocios que han sacado raíces en la vereda. Y cuando estoy lejos, sigo pensando en esa esquina, y en toda la gente que pasa, que rara vez reconozco, y de todos ellos que pasan, soy yo el único que se queda, como el que no compró pero sí tenía hambre, o el que no compró porque no encontró las monedas a mano, o el que quedó a medio camino y sigue pensando si no es muy tarde para devolverse y comprarse una soja.

7 de agosto de 2013

Esperar

Esta ilusión consensuada que es el tiempo. Falta un rato más para que sea el rato siguiente, que en el fondo se siente muy igual al anterior. Hacer hora, hacer algo, hacer las paces, hacer la cama. Hacer el amor. Propiedades del verbo 'hacer'. Qué hora es? Es la hora. Esto es el a-hora. El sustantivo 'hora'. Y los impuntuales qué son sino esa especie que la selección natural no arrasó del mundo de los puntuales; una especie coja que hace malabares con los minuteros, distorsiona, minimiza y ridiculiza lo que todos dimensionan con exactitud.