2 de octubre de 2013

De la libreta

Queda poco sol. Queda un tiempo para que llegue mi bus. Se va otro más, éste lo tuve que dejar pasar. Quedo yo feliz, contento, y solo en el terminal. Tengo un rato. 'Rato muerto', mal le llaman algunos. Yo nunca me había sentido más vivo. Este es el rato. El único rato que vale, ese que sucede entre una cosa y la siguiente. Entre espera y mi bus de las 19:35. Tengo un pie sobre mi bolso, y escribo sobre eso. Tengo el bolso lleno de ropa sucia, porque la ropa se ensucia, y me voy en bus porque la ropa sucia se lava en casa. Todo esto me parece divertido y fome al mismo tiempo, pero lógico y natural, como escribir sin preguntármelo, como contar con honestidad lo que me pasa, sin ninguna pretención, ni de ser interesante, ni relevante, ni estético, ni correcto, ni equilibrado, ni sensato. Podría escribir de amor, o de la locura, o del área gris entre las dos anteriores, podría recitarles las verdades que vale la pena saber, que por cierto no son tantas como algunos pretenden hacer creer, pero en vez de eso, hoy escribo desde la pura gana de escribir, de echar a rodar la tinta sobre el papel por deporte sano de hacer durar este ratito y vestirlo de gala. Tengo ese entusiasmo que tiene cualquiera por recordar un momento, y hacerlo pa' siempre, pero pude sacarme el pudor de tropezarme con las letras, o sonar tonto, o derechamente serlo. Y hablo de algunas cosas, y dejo otras para después, porque hablo libremente y, en esa libertad, hay que apurarse en decir algunas cosas, mientras dure esta lucidez de atardecida. Serles francos, por ejemplo. Hoy no me visto de narrador. Tengo ese nombre que me pusieron al nacer, y por el que me conocen los que me conocen. Soy yo, tal cual. Soy feliz porque tengo el sol en la cara, y feliz porque el perro tiene pinta de quedarse dormido. Soy feliz porque tengo amor en mi vida. Porque me mira como yo la miro, y al notarlo, nos reímos. Porque reconoce cuando le hablo.

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